Papá Noel: la magia intacta de escribirle una carta física

En la era de los mensajes instantáneos y las alternativas digitales, una tradición resiste con firmeza en muchos hogares del mundo. Es  enviar una carta postal física a Papá Noel.

Lejos de perder vigencia, el gesto recupera relevancia por el encanto que encierra y el tiempo que exige. Es, para muchos, un recordatorio de que la Navidad también puede vivirse sin prisa.

En la oficina de la Asesoría Filatélica, del Correo Paraguayo, ubicada en el edificio Patri, llegaron dos niñas con los semblantes que contagiaban alegría, acompañadas por su abuela, para depositar sus cartas para Santa Claus.

Cada diciembre, las oficinas de los correos de distintos países reportan un incremento en la llegada de sobres dirigidos al Polo Norte.

Los niños, y no pocos adultos, se sientan frente a una hoja en blanco, trazan con calma sus deseos y decoran el papel con dibujos, pegatinas o el característico brillo navideño. El resultado es más que una carta: es un objeto emocional, un pequeño testimonio del momento en el que fue escrito.

Frente a un mundo saturado de pantallas, el ritual de elegir el papel, tomar un bolígrafo y caminar hasta el buzón se convierte en un acto casi poético. Enviar una carta física a Papá Noel es, en esencia, una invitación a detenerse, a creer por un instante y a recuperar la magia que, a pesar del tiempo, sigue intacta entre tinta y papel.

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